“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” — 2 Corintios 4:7 📖
En la
antigüedad, los vasos de barro no eran piezas de admiración. No adornaban
vitrinas ni se reservaban para ocasiones especiales. Eran comunes, frágiles,
vulnerables. Se agrietaban con facilidad, se rompían con el uso, y si dejaban
de servir, simplemente se desechaban.
Y, sin
embargo, esa es la imagen que Dios elige para hablarnos de nosotros.
No nos
llama copas de cristal ni jarras de oro.
Nos llama vasos de barro.
No por desprecio, sino porque en esa debilidad se encierra un misterio sagrado.
Lo
realmente impresionante no es la comparación.
Lo sorprendente, lo absolutamente glorioso, es que en estas vasijas
quebradizas, Él ha decidido depositar Su tesoro.
¿Qué
tesoro?
Su
gloria.
Su poder.
Su Espíritu.
Su mensaje eterno.
Lo ha
puesto en manos temblorosas.
En corazones heridos.
En vidas que conocen la lucha y la lágrima.
¿Por
qué?
Porque en
nuestra fragilidad, la grandeza de Dios se vuelve evidente.
Un vaso
de oro robaría la atención.
Uno de barro… la desvía.
Cuando el recipiente es débil, todos miran lo que contiene.
Y ahí, el mensaje resplandece.
Dios
eligió lo quebradizo para demostrar que Su poder no depende del recipiente.
Eligió lo imperfecto para que Su gracia no sea confundida con mérito.
Eligió lo ordinario para vestirlo de lo eterno.
No
somos valiosos por ser barro.
Somos valiosos por lo que Él decidió colocar dentro de nosotros.
Y si
ese tesoro vive en ti, entonces no importa cuántas veces te hayas roto.
Sigue habiendo gloria en tu interior.
💭 Reflexión: Tus grietas hablan de
gracia
Vivimos
en un mundo donde lo roto se esconde.
Donde el fracaso se disfraza, la debilidad se niega y el dolor se silencia.
Nos enseñan a mostrar solo la parte brillante, la versión fuerte, segura,
capaz.
Pero el Reino de Dios no se edifica sobre apariencias. Se edifica sobre verdad.
Y la
verdad es que todos llevamos grietas.
Unas visibles, otras cuidadosamente tapadas.
Cicatrices que hablan de procesos, heridas que todavía duelen, pedazos que aún
estamos recogiendo.
Y aun
así… Dios no se aparta.
Dios no se escandaliza.
Dios no desecha.
Él ve
lo que otros no ven.
Donde tú ves ruina, Él ve propósito.
Donde tú ves una historia marcada por la pérdida, Él ve un testimonio esperando
ser contado.
No hay
currículum que impresione a Dios.
No hay título, imagen ni perfección que lo mueva a amar más o menos.
Lo que Él busca es algo que no se ve a simple vista: un corazón rendido, aunque
esté quebrado.
- Moisés tartamudeó frente a su llamado.
- David lloró por sus pecados y por los errores que marcaron a su familia.
- Elías se sintió tan agotado que pidió morir.
- Pedro, entre lágrimas, se dio cuenta de que no era tan fuerte como pensaba.
Y sin
embargo, todos ellos fueron levantados.
No por lo que podían hacer, sino por lo que Dios podía hacer a través de ellos.
Tus
grietas no son una vergüenza. Son evidencia de que has pasado por el fuego… y
sigues en pie.
Son los
lugares exactos donde la luz de Dios puede entrar y también salir.
Y si estás roto, no huyas… entrégate.
Porque donde otros ven debilidad, Dios ve espacio para Su gloria.
🧬 El arte del Kintsugi
En la
tradición japonesa, existe una antigua técnica de restauración llamada Kintsugi,
que significa literalmente “reparación dorada”. Cuando una vasija de cerámica
se rompe, no se desecha. No se esconde su fractura, ni se busca una apariencia
intacta.
En su lugar, se vuelve a unir cada pedazo con un barniz mezclado con polvo de
oro.
El
resultado no es una pieza que intenta aparentar perfección.
El resultado es una vasija que lleva sus cicatrices con honra.
Las grietas ahora brillan. Las heridas se vuelven arte.
Y lo que antes fue símbolo de quiebre… ahora es evidencia de valor.
Una
vasija restaurada con oro no es simplemente útil otra vez. Es más valiosa que
antes de romperse.
Y eso
es exactamente lo que hace Dios con nosotros.
Él no niega nuestras caídas. No encubre nuestra historia.
Él entra en nuestras ruinas… y restaura con gloria.
- Las marcas no desaparecen, pero ya no sangran.
- Las grietas no se borran, pero ahora brillan con propósito.
En Sus
manos, lo roto no es final. Es el principio de algo eterno.
Tus grietas no son una mancha. Son una historia donde el oro de Su gracia ha
sido vertido.
Por
eso, cuando otros vean tus cicatrices, que no vean derrota…
Que vean redención.
Que vean a un Dios que transforma dolor en belleza, ruina en arte, y grietas en
caminos por donde fluye la esperanza.
❓ Preguntas para meditar:
- ¿Te has escondido alguna vez pensando que no eras suficiente para Dios?
- ¿Qué pasaría si entregaras a Dios aquello que más te avergüenza?
- ¿Estás dispuesto a ser una vasija de barro que refleje Su gloria?
💡 Pensamiento del día:
“Cuando
reconocemos nuestra fragilidad, abrimos la puerta para que Dios manifieste Su
gloria.”
🙏 Oración:
Señor,
gracias por mirarme más allá de mis heridas, mis caídas y mis grietas. Gracias
por confiar en mí, incluso cuando yo mismo no lo hago. Hoy te entrego mis
debilidades, mis luchas y mi historia. No quiero esconderlas más, quiero que
las uses.
Haz que en mi fragilidad se vea Tu poder. Que mi vida sea una vasija rota, pero
llena de Tu gloria.
En el nombre de Jesús,
Amén.
📲 Síguenos para más contenido que
edifique tu vida:
🔸 Canal de WhatsApp: Destello de Vida
🔸 Grupo WhatsApp: Únete Aquí
🔸 TikTok: @destellode.vida
🔸 YouTube: Destello de Vida
🔸 Instagram: @destellode.vida
🔗 Todos los enlaces aquí.
📣 Comparte este devocional con
alguien que necesita recordar que aún roto, puede ser útil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario