“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.” — Juan 10:27 (RVR1960) 📖
Jesús,
al hablar de sus ovejas, deja algo claro: no se trata de oír por oír, sino de reconocer
su voz.
Como un pastor que cuida a sus ovejas, Él nos guía con amor y paciencia. Pero
para seguirle, tenemos que aprender a distinguir su voz entre tantas otras que
también nos hablan: el miedo, el orgullo, la cultura, el ruido interno.
Dios no
se impone. No grita por encima de todo. Él habla con ternura, en lo íntimo del
corazón, y espera que lo escuchemos.
Y muchas veces no es que Dios no esté hablando… es que estamos demasiado
distraídos para escucharlo.
Volver
a reconocer Su voz requiere detenernos, silenciar el alma, y recordar que Él
sigue guiando, incluso en lo sencillo.
💭 Reflexión:
Hay
días en los que intentamos cumplir todo lo que creemos que debemos hacer:
servir, producir, avanzar…
Pero al final del día, el alma termina agotada, no por falta de actividad, sino
por falta de dirección.
Y nos damos cuenta de que, en lugar de caminar por fe, estamos corriendo por
ansiedad.
Nos llenamos de responsabilidades para Dios, pero olvidamos estar con Dios.
Queremos
amar como Jesús, pero no pasamos tiempo con Él.
Queremos ayudar a otros, pero no dejamos que Él nos ayude primero.
Queremos ser voz, pero no nos detenemos a escuchar.
Y
cuando nos damos cuenta de que algo falta, comprendemos que no se trata solo de
hacer cosas para Dios, sino de aprender a escuchar Su voz.
Tener
fe también es saber detenerse.
No todo avance es fe… a veces la fe se expresa cuando callamos para oír, cuando
dejamos de insistir en nuestro plan y buscamos dirección divina.
La fe
nos recuerda que nuestra sabiduría no basta.
Y que Dios no guía con presión, sino con paz.
Él susurra al corazón… pero para oírlo, hay que estar dispuesto a escucharle.
🧠 Según estudios del Dr. Justin Feinstein, el silencio
prolongado activa zonas del cerebro vinculadas con la autorregulación emocional
y la claridad mental.
Un momento de silencio no es vacío… es terreno fértil donde el alma se ordena y
respira, donde encontremos equilibrio y orden interior.
Y si el silencio, por sí solo, puede traer claridad… cuánto más cuando ese
silencio es un espacio para encontrarnos con Dios.
Ahí no solo se aquieta la mente: se afina el corazón, se renueva la fe y se
despierta la sensibilidad divina.
✍️ Preguntas para meditar:
- ¿Estás viviendo tan rápido que ya no reconoces la voz de Dios?
- ¿Hace cuánto no haces silencio para orar, no solo hablar?
- ¿Qué decisiones estás tomando desde el ruido, en lugar de tomarlas desde la paz de Su guía?
- ¿Estás obedeciendo a Dios o solo ejecutando tus propias ideas?
💡 Pensamiento del día:
“Deja
que la paz de Dios hable más que tus preocupaciones.”
🙏 Oración:
Padre,
enséñame a hacer silencio para escucharte.
Apaga el ruido en mi alma y hazme sensible a tu voz.
Guíame con tu paz y ayúdame a seguirte, incluso cuando no entiendo.
En el nombre de Jesús, amén.
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Tal
vez alguien más esté necesitando silencio, dirección… y una voz que lo llame
por su nombre. ✨
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